Este año tuve la suerte de poder participar en la revista La Cepeda, que todos los años publica la Asociación Cultural Rey Ordoño I de Villamejil (La Cepeda – León). Aquí tenéis mi colaboración y abajo, unas fotos de la ruta que hice en bici este fin de semana por La Cepeda con mi amigo Basilio, una circular de 40 kilómetros por el monte entre Riofrio, Ferreras, Morriondo, San Felíz de las Lavanderas y de nuevo a Riofrio. La cota máxima fueron 1.375 metros, en el límite entre las comarcas de La Cepeda y Omaña. Adelante:
En lo más profundo de mi libertad, reposa un sentimiento que de vez en cuando despliega sus alas en las que se puede leer “si algún día me pierdo, buscadme, si queréis, en La Cepeda”. Di mis primeros pasos muy cerca de ella y pasé tardes mirando rio arriba, preguntándome de dónde venía esa agua. Quizás sea por eso – por la deuda que tenía con mis ansias de volar ya desde muy niño – que una parte de mí siempre estará en La Cepeda.
Me fui haciendo mayor y esa libertad me llevó a lo más alto, al Pozo Fierro, al Cueto San Bartolo, al mirador de San Feliz y hoy mismo al Cerro de Manzarnoso. Desde estos lugares, se puede ver a muchas de las mujeres que sacaron esta tierra adelante, con sus pañuelos negros y con las manos tan duras y a la vez tan suaves, que muchos hombres deberíamos leer las biografías que dejaron escritas en unallingua hoy demasiado maltratada; el sacrificio de los hombres bajando en bicicleta con kilómetros bajo cero hasta Astorga cada martes; a esos rapaces y rapazas que en las escuelas sembraban de vida cada pueblo; los rebaños que cruzaban La Cepeda por la cañada de la Vizana o de la Plata camino de Babia buscando las brañas donde pastar el verano; O ese camino que lleva Finisterre custodiado por la Orden de San Juan desde el cueto San Bartolo para bajar a Montealegre y de allí, a la vecina comarca del Bierzo.
Se ve todo eso, pero también me gustaría ver cuál es el camino para reinventarnos, que para mí, es lo que debemos hacer entre todos. Es difícil, pero en estos tiempos en los que cada día encontramos un argumento para abandonar, es cuando más erguidos debemos permanecer. Uno de esos caminos puede ser la cultura, ya que cuanto más avanzado sea un pueblo, más posibilidades tiene de resurgir. Creo que hay que ponerse manos a la obra para dignificar el legado de los que ya no están.
Este verano me acerqué al cueto San Bartolo para ver la lluvia de estrellas y pensé que en La Cepeda las estrellas no están en el cielo, están abajo, pisando la tierra que les da vida. Es por eso, que siempre que tengo ganas de volar, aunque esté a miles de kilómetros, siempre estaré cerca de La Cepeda, ya que esta tierra me dio el impulso necesario para sentir, por primera vez, la libertad.